domingo, 8 de mayo de 2016

El silencio del sabio

Hoy aparece, en eldiario.es una interesante entrevista al escritor y periodista cubano Leonardo Padura que está en Sevilla para impartir un curso de primavera de la Universidad Menéndez Pelayo denominado "¿Para qué sirve una novela?".

En la entrevista, Leonardo Padura reflexiona sobre muchos temas universales relativos a la creación literaria -la función social de la novela, la relación entre lector y escritor, las diferentes formas de enfrentarse con el proceso creativo, la profesión de escritor, etc.- y, como hacen los filósofos, muchas veces las respuestas derivan en nuevas preguntas.

Percibo a un hombre que duda, que sabe que no tiene todas las respuestas y que se considera un espectador humilde de la vida. Tal vez por eso, cuando el entrevistador -Javier Ramajo- le pide su opinión sobre la repetición de las elecciones en España por la falta de acuerdo entre las distintas fuerzas políticas, Padura contesta: "No hablo de la realidad de los países en los que no vivo [...] Respeto mucho el conocimiento interior e íntimo de una realidad como para poder valorarla".

Pixabay CC0 Public Domain
Pero la responsabilidad de considerarte o no con autoridad para opinar sobre lo que sucede en un país no solo debe fundamentarse en el hecho de vivir o no en él, porque, como vemos todos los días, uno puede vivir en un lugar y no enterarse de nada de lo que sucede. En esta misma entrevista reconoce que en nuestros tiempos nos informamos fundamentalmente a través de las redes sociales. Los grandes medios de comunicación no han sabido adaptarse a los cambios de hábitos que ha provocado el boom de las nuevas tecnologías y, especialmente en España, Padura piensa que las grandes compañías de comunicación, ante la crisis, "[...] han optado por soluciones económicas más que periodísticas [...]". Esta opinión, no cabe duda, está justificada por la evidencia de que prácticamente casi todos los medios, en muy pocos años, se han integrado en grandes corporaciones con intereses económicos que están muy por encima del interés por la información pública independiente y que están funcionando fundamentalmente como gabinetes de comunicación de instituciones, dedicadas a justificar los desatinos y a manipular a la opinión pública para que no se alteren los objetivos empresariales.

Y, por supuesto, todo funciona según lo previsto. Hemos podido comprobar que, muchas de las decisiones políticas que han salido adelante gracias a la mayoría absoluta que le otorgamos los ciudadanos al Partido Popular, han sido dirigidas a favorecer a los "Señores" que andan detrás o, a veces, dentro del propio Gobierno y, a pesar de eso, y de todos los casos de corrupción en los que se ha visto envuelto el Partido Popular -no olvidemos que, prácticamente todos esos casos han supuesto menoscabo de dinero público y se han producido con el decorado de grandes intereses empresariales detrás- según las últimas encuestas del CIS, el Partido Popular volverá a ser la fuerza más votada. Cuando se desvelan los mayores escándalos de corrupción, las portadas de los principales periódicos o las entradas de los principales informativos se concentran en algún importantísimo partido de fútbol o en algún rumor estúpido e intrascendente que escandaliza a los timoratos.

Sí. Hemos dejado de leer periódicos; incluso los digitales, que son gratuitos en su gran mayoría. Hemos dejado de informarnos, porque requiere tiempo y esfuerzo. Es monótono, tedioso, aburrido. Quizá por eso los informativos de radio y televisión están cediendo terreno a las tertulias en las que la vulgaridad y el insulto priman sobre la argumentación, el respeto y la verdad. Lo que vende es el espectáculo. Sin embargo, aun careciendo de la mínima información, sin dedicarnos el tiempo necesario para formarnos un criterio propio, dejándonos invadir por la noticia deslumbrante, compartimos las barbaridades que nos llegan por Facebook o Twitter, y, además, le añadimos nuestra opinión, como si eso aportara un valor añadido: nos arrogamos una autoridad moral que no tenemos cuando opinamos sobre lo que desconocemos; mientras tanto, los de arriba se frotan las manos.

Hagamos lo que hace Leopoldo Padura: si no sabemos de lo que hablamos...

domingo, 13 de diciembre de 2015

En Babia

Dios está distraído. Anda despistado. No sé si lo tenemos sobreestimulado, como están los adolescentes con las redes sociales, -Whatsapp, Facebook, Twitter, Instagram- y ya no sabe dónde centrar su atención. Se dispersa. Sigue siendo un buen tipo, pero la amalgama de información, el tumultuoso devenir de los acontecimientos del mundo, la confusa dirección a la que se dirige la humanidad lo tiene desconcertado. Tanto que, a veces, no está cuando y donde tiene que estar: la ultraderecha de Le Pen se está colando en Francia; un día más los yihadistas hacen explotar un camión con 200 kilos de explosivos en Homs (Siria) llevándose definitivamente por delante el terror de 16 personas más y dejando heridas a casi 60 (ya van más de 250.000 muertos en esta guerra); también en Kabul, hace dos días, los talibanes no solo truncaron la vida de varios policías españoles y afganos, sino la de todos sus familiares y amigos; Nicolás Maduro no cierra la boca después del mazazo que ha supuesto para el Partido Socialista Unido de Venezuela el resultado de las elecciones de la semana pasada y calienta el ambiente en lugar de tender puentes al pacto y la conciliación; se hunde otra patera frente a las costas de Turquía y mueren doce ciudadanos sirios, seis de ellos menores de edad; mientras tanto, por aquí, Convergència, Esquerra y la CUP siguen jugando al Risk y, ajenos al mundo real, algunos de los aspirantes a la presidencia del gobierno de España pasean por polideportivos para dejarse envolver por el tumulto y la batahola de caras que no conocen -ni conocerán- y engordan su ego alejándose aún más del silencio con el que cada día los ciudadanos siguen esperando ser atendidos en los hospitales, en los servicios de asuntos sociales, en los juzgados, en las colas de los servicios de empleo, en los bancos de alimentos ...

Dios está en Babia y le pasa como a mí. Hay días que tengo tantas cosas que hacer que, incluso levantándome antes que los gallos, me siento ante el escritorio, abro mi cuaderno de anotaciones y no sé por dónde empezar. Y mientras decido, voy dando saltos sin rumbo: consulto mi correo, visito algunos periódicos digitales, busco en Spotify algo que me apetezca y allane el camino hacia la concentración... Y el tiempo pasa. Me disperso y no puedo evitar  hacer inútiles esas horas robadas al sueño.

Así está Dios: paralizado, divagando, decidiendo prioridades, en un estado de ensoñación que le impide actuar, sin saber dónde interviene primero. Y, del mismo modo que el adolescente, en un repentino momento de lucidez, comprueba que lleva horas jugando con la consola sin concentrarse realmente en lo que hace y recupera momentáneamente la cordura, el otro día Dios se despertó ayudando a Keylor Navas a parar un penalti; hoy lo hace enviando al ángel Marcelo para que el ministro Fernández Díaz encuentre aparcamiento. Así nos va.

Resultado de imagen de aparcamiento